sábado, 8 de mayo de 2010

El mito de Don Juan

TIRSO DE MOLINA Y LA CREACIÓN DEL MITO DE DON JUAN

Introducción

La biografía de fray Gabriel Téllez, Tirso de Molina, aparece íntimamente ligada a la Orden de la Merced, aunque presenta puntos oscuros que han sido objeto de numerosas investigaciones, destacando en especial los estudios de Blanca de los Ríos.

Cronológicamente, podemos enmarcarlo situando su nacimiento en torno a 1581 y su muerte en 1648, en el convento de Almazán, Soria.

Madrileño, como Lope y Calderón, comparte con ellos la cumbre de nuestro teatro clásico y para muchos, Tirso supone el "puente" entre Lope y Calderón.

No puede hablarse del teatro de Tirso de Molina sin hacer referencia al de Lope de Vega. Tirso siguió las normas estructurales del teatro creado por Lope y ayudó a consolidarlo en la escena, incluso el mismo Tirso se define en Los cigarrales de Toledo como discípulo de Lope.

Pero, ¿cuál es en síntesis la característica del teatro de Lope de Vega? Dos notas esenciales: es nacional y es original.

Puede llamarse teatro "nacional" porque recoge en la escena la vida del pueblo español, se plantea ofrecer al pueblo lo que pide, que es su propia vida, sus costumbres, sus leyendas y sus héroes.

Y es "original" el teatro de Lope porque rompe con la tradición clásica, rechazando las unidades aristotétilas de lugar , acción y tiempo. Concibe el teatro como espectáculo y no le preocupa la creación de caracteres, frente a lo psicológico, él propone la acción. Quiere dar gustgo a su público y lo consigue, no aspira a otra cosa.

Esta es la base de la producción teatral del mercedario, aunque, a diferencia de Lope, el primero poseía una sólida formación intelectual y si a esto unimos sus dotes de observación, se comprende mejor el rasgo que se considera dominante en su teatro: la creación de personajes con gran fuerza psicológica.

Porque aunque discípulo de Lope en la técnica dramática, no lo fue en el dominio psicológico. No inventará tantos personajes como su maestro, pero creará, eso sí, verdaderas "personas".

Precisamente en este aspecto se aprecia la evolución de Tirso: en sus primeras obras predomina la intriga, al estilo de Lope, pero posteriormente va aumentando la importancia de los caracteres hasta la creación de personajes tan complejos que, en ocasiones, la acción se deriva más del carácter psicológico de sus personajes que de la propia intriga.

Se insiste en la capacidad del discípulo para caracterizar la psicología femenina, en parte esto sorprende, dada su condición de religioso. Para explicar su conocimiento del alma femenina se ha mencionado su experiencia como fraile confesor. (Pero también el aprendizaje lo pudo adquirir de sus viajes por toda España y por América).

Además, tampoco utiliza unos recursos psicológicos de gran complejidad, suelen girar en torno a la mujer como organizadora y tirunfadora en una acción (generalmente obligando a su seductor a casarse con ella). Lo indudable es que en su teatro hay mujeres que destacan más que en otros autores.

También se dice que sus mujeres son desenvueltas y dispuestas a tomar la iniciativa en el amor, mientras los hombres son tímidos y débiles. Sobre este juicio influye El vergonzoso en palacio, pero no puede generalizarse porque junto a la aludida variedad de sus mujeres, no es menor la de los caracteres masculinos y precisamente el personaje que vamos a analizar es totalmente arrollador y es masculino (aunque Grerorio Marañón lo dudara).

Asimismo se puede destacar que con Tirso entró en el teatro la figura de la "madre", que Lope no supo o no quiso crear en su teatro (como tampoco Calderón). La exclusión de esta figura en todo el teatro clásico, hace de la obra de Tirso una verdadera excepción. Con esta figura muestra la vida familiar en su forma más humana y sencilla.

Junto al Tirso pintor de caracteres, también destaca el pintor de ambientes, dando vida en la escena a la España de los Austrias. Tanto Blanca de los Ríos como Menéndez Pelayo han puesto de manifiesto el carácter realista de su dramaturgia. Nuestro autor es realista en cuanto que se aprecia en él una valoración de lo cotidiano, un cierto reflejo de su época, llega más profundamente que Lope al campo de las costumbres y a zonas más íntimas de la conducta humana. El Fénix está más atento al detalle pintoresco y ambiental, popular diríamos. Tirso, por contra, se preocupa más de los aspectos psicológicos de los personajes y del sab0r y tono general de la vida que retrata. Según Blanca de los Ríos, Tirso suprime "lo puramente épico o novelesco o lo crudamente celestinesco o rufianesco" que aparecía en el monstruo de los ingenios y sin admitir los elementos mitológicos ni las alegorías sacramentales de Calderón. La misma autora lo señala como el dramaturgo que mejor sabe integrar las dos mitades de la dramaturgia: los caracteres y el ambiente.

Señalemos, por último, que gran parte de su fuerza cómica reside en su dominio de la palabra, aunque no tiene la fluidez de Lope y su estilo se ve influido, al menos en la época más avanzada de su producción, por un lenguaje un poco artificial y próximo por su complejidad al conceptismo.

Por lo que respecta a su producción literaria, fray Gabriel declara haber compuesto "cuatrocientas y más comedias", hoy en día se conservan unas ochenta. El catálogo formado por Cotarelo sólo tiene 86 piezas y algunas no eran de él.

Escribió en prosa y en verso y su obra admite diversas clasificaciones:
  • Prosa:
  1. Los cigarrales de Toledo, es esta obra intercala narraciones (destaca, Los tres maridos burlados), comedias (El celoso prudente, El vergonzoso en palacio) y poesías líricas.
  2. Deleitar aprovechando (contiene tres autos sacramentales).
  3. La historia de la Orden de la Merced.
  • Verso:
  1. Autos sacramentales: El colmenero divino, El laberinto de Creta, La madrina del cielo.
  2. Comedias religiosas: ciclo bíblico (La mejor espigadora, La venganza de Tamar, La mujer que manda en casa y Tanto es lo de más como lo de menos); comedias hagiográficas (La santa Juana -trilogía-, La ninfa del cielo) y comedias hagiográficas (El burlador de Sevilla y convidado de piedra, El condenado por desconfiado y El mayor desengaño)
  3. Comedias de historia nacional: La prudencia en la mujer, trilogía de los Pizarro.
  4. Comedias de carácter: El vergonzoso en palacio y Marta la piadosa.
  5. Comedias de intriga y villanescas: Don Gil de las calzas verdes, La villana de Vallecas y La gallega Mari Hernández.

El burlador de Sevilla y convidado de piedra

Un primer apunte acerca de la fijación del texto. Existen diferencias muy significativas entre la primera versión de la obra, Tan largo me lo fiáis, publicada en Sevilla en 1634, y la segunda versión, corregida y ya con su título definitivo, El burlador de Sevilla, también hispalense, pero fechada con anterioridad, en 1630.
Podemos considerar que ya en el título de la primera versión reconocemos los dos núcleos fundamentales: el tema del libertino, burlador de mujeres y la vejación o el desafío a un muerto (una calavera, un esqueleto, una estatua...).

Asimismo se pueden mencionar otros temas como el de la humanización de la estatua (que nos llevaría desde Pigmalión -rey escultor de Chipre que se enamoró de una estatua de Galatea que él había esculpido y a la que dio vida Afrodita para que pudiera desposarla. Viene a ser el mito del artista enamorado de su obra- a Pinocho) o el "Tan largo me lo fiáis" (que ya aparece en Timoneda -1564- y pertenece al refranero ("Si tan largo me lo fiáis, echá para capa y sayo").

Sólo Tirso fue capaz de unir el tema de la cena macabra con el del mujeriego y acierta a establecer un nexo adecuado, no puramente casual, entre el anfitrión y el convidado haciendo que el muerto fuera una víctima del propio Don Juan y padre de la más encumbrada dama de las que ultraja, de modo que el trágico final del personaje resultara, así, no sólo castigo divino, sino también venganza humana.


Análisis del personaje

Debido a su complejidad resulta difícil su análisis. A riesgo de perder alguno de sus aspectos nos centraremos en Don Juan como seductor, como burlador y como pecador.

Don Juan como seductor

"Don Juan es una sombra que cruza el mundo seguida de una estela de mujeres" según Ramiro de Maeztu y, en verdad, uno de los rasgos más característicos es el de su actividad seductora, de conquista de la mujer.

Pedro Salinas habla de él como Don Venus, el poder de seducción encarnado en un hombre.

La pescadora Tisbea nos lo confirma al describirlo como un "muchacho gallardo, noble y galán") (v.580), o al decirle: "Mucho me habláis cuando no habláis" (v.609). Su padre lo retrata como "hijo inobediente", pero "mozo, gallardo y valeroso" (v.1084).

Pero él para seducir no se fía sólo de su apuesta figura, es un seductor activo y en su mauiavelismo toda trampa vale: desde el dsifraz hasta el engaño con la palabra bella o la promesa matrimonial.






El amor para Don Juan es un campo de batalla y no hay piedad para el vencido porque él no dispone de tiempo para detenerse a amar, vive vertiginosamente en el más puro de los presentes y goza y parte para gozar de nuevo. Se trata de un "carpe diem" en perpetuo movimiento, con tanto dinamismo que, aunque sólo seduce a cuatro mujeres, parece que sedujera a muchas más.

Por definición sus amoríos son múltiples y breves, lo que le obliga a cambiar de paisaje (de Nápoles a Tarragona, Lebrija, Sevilla, Dos Hermanas...), siempre en movimiento. De ahí que las imágenes de velocidad se repitan entre los críticos al referirse a él: para Américo Castro es un "vendaval erótico"; Maurel dice que es un hombre que "no tiene rostro, es movimiento"a Ruiz Ramón, siempre apresurado... Don Juan al encontrar a Tisbea se dice "Esta noche he de gozalla" (v.686) y, al momento, ya manda preparar la huida.

Este ritmo vital y erótico, en opinión de Francisco Rico, sirve para contrastar la fugacidad de las aventuras galantes con la eternidad del castigo. Para que la lección fuera más impresionante, Don Juan tenía que ser de viento, y el convidado, en efecto, de piedra.

Sin embargo, al hablar de Don Juan, nada es definitivo. Para otros críticos, como Aurora Egido, a nuestro personaje, en el fondo, no le interesan las mujeres, su esencia no estaría tanto en la seducción como en la fidelidad a una fama.

En esta línea, Miguel de Unamuno escribe en el prólogo a El hermano Juan: "El legítimo (...) don Juan parece no darse a la caza de hembras sino para contarlo y para jactarse de ello (...) lo que le atosiga es asomar, dejar fama y nombre".

Por eso uno de los ingredientes más estables en la literatura donjuanesca es el catálogo o el inventario de las conquistas del héroe. Don Juan sería bien distinto si no tuviera siempre presente a su corte de admiradores. En las mujeres no busca sentimientos ni afectos, sólo el goce sensual y después huye de la mujer como del demonio. Es más, ni siquiera busca mujeres, las encuentra.

Quizás lo que más sorprende es que desee engañar a Ana de Ulloa sin siquiera conocerla, sin saber cómo es. De este modo mantiene su fidelidad a una fama que, como los héroes épicos, ya tiene al comienzo de la obra (recordemos que está en Nápoles porque ha cometido una "gran traición en España/ con otra noble mujer", v.80) y más que el placer sexual, busca su continua autoafirmación personal como burlador.

Dejaremos el análisis de Don Juan como burlador y como pecador para próximas entradas.

Quizás extrañe que esté presentando el tema del Don Juan con tanto detalle. Todo surgió el jueves 6 de mayo, a última hora de la mañana, en una clase con alumnos de 1º de Bachillerato. Trabajábamos el teatro en el siglo XVII y el fraile mercedario ofreció un espacio abierto al debate.
En general, las chicas reconocían en el donjuán la necesidad de airear las conquistas y en sus amigos la de vitorearlo por las mismas. "Se cree el p. amo", "un flipao", fueron algunos de los apelativos cariñosos que dedicaban a este tipo de comportamiento.

¿Y los chicos? ¿Qué opinión les merecía este personaje que traspasa las fronteras literarias? La mayoría desaprobaba su comportamiento, aunque reconocían que era frecuente considerar a los conquistadores como héroes, como prototipo. Curiosamente cuando se trataba de parangonar esta forma de actuación en el bando femenino, los adjetivos no eran tan elogiosos ya que surgía el oficio más antiguo del mundo como referente para calificar a las mujeres que van de conquista en conquista.

Nos queda mucho por trillar, estamos en ello. Mientras tanto escuchemos y gocemos con un fragmento de la ópera de Mozart, Don Giovanni.


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